DIOS VIVE EN LA CIUDAD

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martes, 11 de septiembre de 2012

LA PASTORAL URBANA EN LAS CONFERENCIAS GENERALES DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO

LA PASTORAL URBANA 
EN LAS CONFERENCIAS GENERALES 
DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO 
Jaime Alberto Mancera Casas, Pbro. 

El fenómeno urbano, como problema humano y pastoral, ha estado presente dentro de la reflexión del magisterio universal y en la reflexión teológico-pastoral de los obispos del continente. Las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, en continuidad con el Concilio Vaticano II, han aportado algunas categorías de comprensión de este hecho y han señalado los desafíos que plantea a la misión de la Iglesia, a partir de análisis más precisos sobre la situación. Los siguientes, son los aspectos, categorías o enfoques más significativos de su reflexión: 

1. EL FENÓMENO DE LA URBANIZACIÓN: 

 Los documentos del magisterio, más que hablar de la ciudad, se refieren al fenómeno de la urbanización , y lo afrontan desde distintos aspectos: • como parte de un proceso de transición de la humanidad entera, de una civilización eminentemente agraria, hacia una nueva época de la historia que podría llamarse “urbano industrial”. Proceso que encierra contradicciones y ambigüedades, en medio de cambios cada vez más rápidos y profundos. • como un problema social, irreversible, que se experimenta en el crecimiento excesivo de las poblaciones, junto a una transición de antiguas estructuras y organizaciones económicas y políticas hacia nuevas realidades no siempre justas, ni equitativas, sino por el contrario, discriminatorias y contra el mismo hombre. • como drama del habitante de la ciudad, que vive en el anonimato, la discriminación, la explotación, la desesperanza; y en donde los más débiles son víctimas de condiciones de vida degradantes e inhumanas. Drama que los ciudadanos deben afrontar como un verdadero desafío a su sabiduría, a su capacidad de organización y de imaginación prospectiva. • como un fenómeno que hace parte de la dinámica cultural del hombre y es generador de nuevas formas de cultura. Por tanto, como un fenómeno que es fruto, espacio y mediación del cultivo de la cultura, como realidad intrínsecamente humana. Sin embargo, el acento más fuerte en la aproximación al fenómeno urbano, está en señalar las situaciones concretas que están viviendo las grandes ciudades del continente: subdesarrollo, aumento de las zonas periféricas de pobreza y marginación, desplazamientos forzosos hacia las ciudades, sobretodo por causa del aumento de violencia en las zonas rurales y por la falta de promoción del campo por parte de los gobiernos. Todas estas circunstancias sociales se dan en un contexto de transformación cultural ambivalente, animado por modelos económicos y políticos excluyentes, así como por visiones inadecuadas del hombre, que no conducen a un auténtico desarrollo humano. 

2. LA NECESIDAD DE UN DISCERNIMIENTO EVANGÉLICO 

Tanto la Gaudium et Spes , como la Octogésima Adveniens, llaman a un verdadero discernimiento del fenómeno urbano, ante el cual el hombre y la comunidad eclesial no pueden ser ajenos: “A estas comunidades cristianas toca discernir, con la ayuda del Espíritu Santo, en comunión con los obispos responsables, en diálogo con los demás hermanos cristianos y todos los hombres de buena voluntad, las opciones y los compromisos que conviene asumir para realizar las transformaciones sociales, políticas y económicas que se considera de urgente necesidad en cada caso.” Discernimiento que debe ser realizado teniendo en cuenta las búsquedas de los hombres a través de las ciencias humanas ; con una adecuada iluminación del Evangelio, para reconocer los signos de la presencia o de los planes del Señor, permitiéndole “trazar criterios y caminos, basados en la experiencia y en la imaginación, para una pastoral de la ciudad.” Discernimiento que alcanza una gran madurez en la reflexión que hacen los obispos en Aparecida: «La fe nos enseña que Dios vive en la ciudad, en medio de sus alegrías, anhelos y esperanzas, como también en sus dolores y sufrimientos. Las sombras que marcan lo cotidiano de las ciudades, como por ejemplo, violencia, pobreza, individualismo y exclusión, no pueden impedirnos que busquemos y contemplemos al Dios de la vida también en los ambientes urbanos.» 


3. LA IDENTIDAD DE LA PASTORAL URBANA 
Se pueden reconocer dos enfoques complementarios en el momento de establecer la identidad de la presencia y acción de la Iglesia en las grandes ciudades, y un tercer enfoque integrador: 

3.1 Pastoral urbana como participación en la construcción y reconstrucción de la ciudad terrena: 

Por un lado la Iglesia se siente solidaria con los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo y, por tanto, con los de aquellos que habitan las grandes ciudades, marcados por el complejo fenómeno de la urbanización. De ahí que, tanto en la Gaudium et Spes, como en Octogesima Adveniens , en Medellín y en cierta manera en Aparecida, se plantee la acción de la Iglesia en la ciudad, como la participación de los cristianos en la construcción y reconstrucción de la ciudad terrena, y de sus relaciones, en orden a la edificación de un mundo más humano. Tarea que es una verdadera misión que les incumbe a los bautizados, mientras caminan hacia la ciudad celeste : “Urge reconstruir, a escala de calle, de barrio o de conjunto, el tejido social, dentro del cual el hombre pueda dar satisfacción a las exigencias justas de su personalidad ... Construir la ciudad lugar de existencia de los hombres y de sus extensas comunidades, crear nuevos modos de proximidad y de relaciones, percibir una aplicación original de la justicia social, tomar a cargo este futuro colectivo que se anuncia difícil, es una tarea en la cual deben participar los cristianos. A estos hombres amontonados en una promiscuidad urbana que se hace intolerable, hay que darles un mensaje de esperanza por medio de la fraternidad vivida y de la justicia concreta.” Medellín, reconociendo que el progreso temporal que contribuye a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al Reino de Dios, como lo afirmó el Concilio, y ante los clamores de liberación del pueblo, afirma que es necesario realizar un trabajo conjunto que busque la construcción de una ciudad temporal digna del hombre y en la que se superen los graves males que afligen a todos los hombres. Hay que “inspirar y educar la conciencia de los creyentes, para ayudarles a percibir las responsabilidades de su fe, en su vida personal y en su vida social.” De igual manera Aparecida urge a los discípulos misioneros para que desarrollen “una mayor presencia en los centros de decisión de la ciudad tanto en las estructuras administrativas como en las organizaciones comunitarias…para velar por el bien común y promover los valores del Reino”. Esta acción debe ser realizada junto con los demás ciudadanos, puesto que la urbanización en primer lugar es un desafío para la misma humanidad, y los cristianos participan en esta tarea. La Iglesia, en su condición como misterio de salvación, no se coloca ni en contra, ni en frente, ni paralelamente a la ciudad, sino dentro de la ciudad, para ser partícipe de su edificación, reconociendo que en la búsqueda de una ciudad terrestre más humana, cumple el plan mismo de Dios, sometiendo la tierra, perfeccionando la creación y perfeccionando a los mismos cristianos : «La Iglesia está al servicio de la realización de esta Ciudad Santa…y así va transformando en Cristo, como fermento del Reino, la ciudad actual.» Se propone, además, una espiritualidad para la acción, invitando a los cristianos a mantener la conciencia sobre su responsabilidad y a no perder el ánimo frente a la ciudad, recordando a Jonás, quien recorrió Nínive, la gran ciudad, predicando la misericordia divina, sostenido en su debilidad por la fuerza de la Palabra de Dios. Igualmente, la promesa neotestamentaria de la ciudad que viene de lo alto, la Jerusalén celestial, es fuente de esperanza ante una ciudad, como lugar del pecado y del orgullo humano que desprecia el plan de Dios. 

3.2 Pastoral urbana como inculturación del Evangelio y de la Iglesia en la cultura urbana: 

Puebla, asumiendo las líneas de la Evangelii nuntiandi, plantea el desafío en términos de una evangelización de la cultura urbana; entendida en dos sentidos: a) Por una parte, buscar una “transformación evangélica de la cultura, es decir, la penetración por el Evangelio, de los valores y criterios que la inspiran, la conversión de los hombres que viven según esos valores y el cambio que, para ser más plenamente humanas, requieren las estructuras en que aquellos viven y se expresan” ; y b) por otra parte, “ayudar a los fieles a vivir su vida cristiana en el cuadro de los nuevos condicionamientos que la sociedad urbano-industrial crea para la vida de santidad; para la oración y contemplación; para las relaciones entre los hombres, que se tornan anónimas y arraigadas en lo meramente funcional; para una nueva vivencia del trabajo, de la producción y del consumo.” Evangelización que debe ser liberadora y generadora de una auténtica promoción humana en la ciudad, desde una opción preferencial por los pobres. Santo Domingo, dentro del contexto de la Nueva Evangelización, queriendo dar respuesta a la nueva situación que se vive, provocada por los cambios sociales y culturales de la modernidad, habla de una acción pastoral urbanamente inculturada : “La Iglesia deberá inculturar el Evangelio en la ciudad y en el hombre urbano. Discernir los valores y antivalores; captar su lenguaje y sus símbolos. Proceso que abarca el anuncio, asimilación y re-expresión de la fe.” 

3.3 Pastoral urbana como servicio de la Iglesia al proyecto de Dios en la ciudad: 

Aparecida, con nuevos términos, y en cierta medida integrando las dos líneas señaladas, plantea la identidad de la pastoral urbana desde la misión que la Iglesia y todo discípulo misionero tiene de servir a la realización del proyecto de Dios que es la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, que baja del cielo, “que es la tienda de campaña que Dios ha instalado entre los hombres”; misión que cumple “a través de la proclamación y vivencia de la Palabra, de la celebración de la liturgia, de la comunión fraterna y del servicio, especialmente a los más pobres y a los que más sufren, y así va transformando en Cristo, como fermento del Reino, la ciudad actual” ; servicio de la Iglesia a través del cual “los habitantes de los centros urbanos y sus periferias, creyentes o no creyentes, pueden encontrar en Cristo la plenitud de vida” . 

4. LAS ACCIONES DE LA PASTORAL URBANA

Para llevar a cabo la misión en la ciudad, los obispos invitan a: 
  Asumir un estilo pastoral adecuado a la realidad urbana. Estilo diversificado, acogedor, atento al mundo del sufrimiento urbano, profético, atento a la belleza, abierto a nuevas experiencias y lenguajes. 
  Desarrollar un plan de pastoral orgánico y articulado que integre…y que su objetivo sea llegar al conjunto de la ciudad. Incluso llegar a un plan interdiocesano, en los casos de varias diócesis urbanas. Una acción pastoral orgánica, diversificada y planificada , teniendo en cuenta que tanto la catequesis, la liturgia, la acción social, como las estructuras, deben reconocer las características y desafíos que la vida urbana les plantea para llevar a cabo sus objetivos propios. 
 Renovar la estructura parroquial, pues se ha visto directamente afectada por las transformaciones que vive la ciudad. Se necesita una parroquia más flexible, sectorizada, abierta y misionera, que permita una acción más transparroquial y supraparroquial. 
  Promover pequeñas comunidades de vida y de fe, que sean el espacio para la humanización de las relaciones personales, afectadas por el anonimato y funcionalismo de la cultura urbana. 
  Promover procesos graduales de iniciación cristiana y de formación que sepan dialogar con la afectividad y el lenguaje simbólico de los ciudadanos, especialmente llamados a actuar como laicos en las cosas del mundo. 
  Crear ministerios urbanos y procesos de formación específica de todos los agentes de pastoral para trabajar en la ciudad. 
  Tener en cuenta la religiosidad popular propia de las ciudades, el acento de sus expresiones y la necesidad de reformular algunas de ellas. 
  Realizar una acción pastoral con base en los ambientes, intereses y funciones que se dan en la ciudad y que no coinciden con una visión territorial, propia de la parroquia tradicional: migrantes, turistas, grupos de influencia, responsables de la ciudad etc.
 Implementar una formación pastoral de los futuros presbíteros para que sean más capaces de responder a los nuevos retos la cultura urbana. 
 Crear servicios especiales que respondan a las actividades propias de la ciudad: trabajo, ocio, deporte, turismo, arte etc. 


EN CONCLUSIÓN: Los documentos analizados, sin llegar a hacer una reflexión sistemática sobre la problemática, aportan criterios y luces para el planteamiento de la cuestión y una comprensión global. Se reconoce el fenómeno de la urbanización como un signo que interpela a la comunión y misión de la Iglesia; no sólo por las circunstancias antievangélicas de injusticia, exclusión y deshumanización que encierran, sino también por los lugares o ambientes nuevos en los cuales se está forjando la nueva cultura contemporánea, que debe ser evangelizada. La participación en la construcción de la ciudad terrena, como servicio al Reino y anticipo de su consumación definitiva, e inculturación del Evangelio y de la Iglesia, ayudando a los fieles en la vivencia y maduración de su fe dentro del nuevo contexto urbano, son enfoques significativos, complementarios y propositivos para realizar la dimensión urbana que debe tener toda la vida y misión de la Iglesia en las grandes ciudades. Coinciden además los documentos en la necesidad de reorganizar, transformar, reprogramar las estructuras pastorales, incluida la parroquia, pero sobretodo enfatizan la necesidad de realizar una acción pastoral en y con los ambientes, funciones o nuevos sujetos, supra o transparroquiales, que genera la ciudad, su estructura y su cultura. Aparecida, hace un gran aporte afirmando, la presencia de Dios en medio de la ciudad, y la acción de la Iglesia como servidora y mediadora de esa acción en el contexto de la ciudad. Presencia solidaria, salvífica, transformadora y actual en Cristo, pero a la vez que lleva hacia una plenitud los proyectos de Dios, en la espera de la llegada definitiva de la Jerusalén Celestial, que viene de lo alto. Por último, las aproximaciones que hacen los documentos a la problemática de las grandes ciudades son una invitación a la investigación más exhaustiva sobre el fenómeno y a un análisis más profundo y sistemático que conduzca a un mejor discernimiento pastoral y a la creación y generación de proyectos pastorales concretos.



 N.B. Lamento que no puedan salir las citas bibliográficas que respaldan las afirmaciones. Al pasar el texto no las asume.

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