DIOS VIVE EN LA CIUDAD

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jueves, 29 de abril de 2010

EN BÚSQUEDA DE UNA TEOLOGÍA PASTORAL URBANA PROPIA




LECTURAS TEOLÓGICAS DEL CAMINO RECORRIDO
LA PASTORAL URBANA EN BOGOTÁ

Ponencia en el Congreso Internacional de Pastoral Urbana
México D.F. 2008


La siguiente reflexión surge del esfuerzo por hacer memoria del camino recorrido, desde distintas instancias, en la construcción y desarrollo de una pastoral urbana en las Iglesias particulares de Bogotá, y que nos ha llevado a un trabajo conjunto y al ejercicio de una reflexión bíblica, teológica y pastoral originales, dentro de un diálogo interdisciplinario, para comprendernos mejor y orientar los caminos a seguir. El método de la reflexión está tomado de lo que el mismo Sínodo de la Arquidiócesis de Bogotá, consideró debía ser el método de todo el desarrollo de la acción y reflexión evangelizadora de la Iglesia en la ciudad: escuchar, discernir y responder (Declaraciones Sinodales, 1998). El texto pretende ser un aporte al coloquio, intentando poner en conocimiento los esfuerzos que se vienen haciendo, los aprendizajes alcanzados y reconociendo desde la experiencia la necesidad de un ejercicio concreto del quehacer teológico en el desarrollo de la acción evangelizadora de la Iglesia.


ESCUCHAR

1. Intuiciones del Sexto Sínodo Arquidiocesano de Bogotá: El Sínodo Arquidiocesano de Bogotá (1989-1998) clamó por una Ciudad Samaritana. Esta fue la respuesta que el Espíritu inspiró a esta Iglesia particular después de un largo período de escucha de los clamores de la ciudad, para que en su praxis pastoral se hiciera cercana a ella, próxima al dolor de sus gentes; para que no pase de largo delante de los dramas humanos que la sacuden, para que se encarne en las realidades de las culturas urbanas que la circundan. En consecuencia, se asumió también la Parábola del Buen Samaritano (Lc 10,25-37) como paradigma eclesial y evangelizador, referente para el ejercicio de pensar la comunión y la misión eclesiales y la “samaritaneidad” como la espiritualidad que debía alimentar dicha acción pastoral.

2. Inserción en el contexto socio-cultural: Junto al esfuerzo de ir asumiendo esta opción pastoral en las estructuras diocesanas, y ahora desde las cuatro Iglesias particulares que hay en Bogotá, también un grupo pequeño, pero significativo, de teólogos y pastoralistas nos hemos reunido a reflexionar la contextualidad urbana y sus implicaciones en la compresión y realización de la pastoral. La metodología asumida ha sido la interlocución. Las realidades identificadas a partir de este diálogo, han sido percibidas como de gran complejidad. La relación más notable en este ejercicio ha sido la de ver estas realidades urbanas en su complejidad como un inmenso reto para la evangelización. Y esto ha puesto en el centro de la discusión, la que consideramos es la pregunta por excelencia de la pastoral urbana, al menos en nuestra situación: ¿Quiénes son los que sufren?.

El interrogante es consecuente con el mayor problema que padece Colombia: el monstruo de la violencia, que se ha instalado en el centro de nuestras vidas y no lo vemos; entre otras causas, por el encubrimiento de tal situación, hecha por el mismo Estado de diversas maneras, ayudado por la indolencia de la cortina de humo que han tendido los medios de comunicación, distrayendo la evolución de la opinión pública ante tal flagelo. Las ciudades colombianas son el receptáculo de esta violencia múltiple que azota al país. La rutinización y la tendencia a la negación de este hecho nos han llevado a la indiferencia ante el dolor y el sufrimiento de las víctimas.

3. Compromiso con la construcción de nueva ciudadanía: Hemos visto cómo la construcción de nueva ciudadanía, de ciudadanía social, se perfila en el marco de violencia y corrupción que padece Colombia como alternativa urgente. La participación de la Iglesia en este proceso se hace desde el esclarecimiento de la responsabilidad social de la fe. Dentro de esta perspectiva se evidencia la irrupción de una sociedad altamente secularizada, fuertemente individualista, en contraste con algunas jerarquías eclesiásticas sin una actitud suficientemente profética ante el conflicto, seguidas incluso por un sector del laicado, el más relacionado con la institucionalidad, también al margen de las problemáticas. Esto dificulta la visión y el compromiso pastoral amplios de otros sectores de la Iglesia, ante la difícil situación socio-política que vive el país y nuestra ciudad.

Temas tan polémicos como la corrupción administrativa, las discriminaciones de género, religiosas, étnicas, generacionales, las relacionadas con la orientación sexual, las referidas a las capacidades intelectuales, psicológicas o físicas, y otros temas nucleares como la multiculturalidad, el desarrollo sostenible, la justicia social, el medio ambiente, la convivencia pacífica, todavía no han logrado establecer un estado de presencia social. Mucho menos desde la perspectiva eclesial, toda vez que la incursión en estos temas, aunque sea fuerte en algunos sectores y haya promovido la reflexión de teológos y teólogas, aún es fragmentada.

4. Signos de esperanza: Bogotá es privilegiada por el desarrollo de redes de investigadores en cultura urbana, quienes han ayudado a comprender la diversidad y complejidad que nos caracteriza, dando voz o sacando a la luz pública, muchas realidades que eran desconocidas. Las investigaciones sobre el drama del desplazamiento, sobre las diversas subculturas, sobre imaginarios urbanos, sobre actores sociales, sobre las dinámicas del “rebusque”, han permitido empezar a crear un sentido de presencia y de corresponsabilidad en algunos ciudadanos. Son muchas las pequeñas iniciativas que han surgido desde la sociedad civil para afrontar el impacto del conflicto armado, de la pobreza, y para proponer alternativas de paz: comedores comunitarios, centros de reforzamiento escolar, escuelas de capacitación, centros culturales, talleres para aprender a manejar los conflictos, redes de iniciativas por la paz etc. etc. Estas iniciativas, no siempre articuladas, pero en un esfuerzo enorme de salir adelante, están siendo una instancia alternativa para pensar y para generar procesos de humanización y sobretodo para generar una conciencia sobre la condición de todos los ciudadanos como actores sociales y no simples espectadores. Algunas de esas iniciativas tiene su origen y su inspiración en el compromiso de muchos laicos católicos, así como en el trabajo, desarticulado desafortunadamente, de muchas parroquias y comunidades religiosas. Pero, sobretodo, son iniciativas que se comprenden a sí mismas por fuera de cualquier estructura o institución y con una creciente consciencia de participación y de compromiso para con las necesidades que afectan la vida diaria de la ciudad. Se han dado en los dos últimos años interesantes avances en la relación: pastoral educativa académica-problemáticas urbanas. Esto con el propósito de ir ofreciendo a los estudiantes en las clases de religión, la posibilidad de reflexionar desde la fe, situaciones que impactan las vidas de la familias y de los habitantes urbanos en general, como el tema de la violencia, la presencia del mal, los proselitismos religiosos y otros. Esto con el fin de incentivar la responsabilidad transformadora de la fe desde las mismas aulas escolares, en vinculación con las familias, los sectores de barrios y las instituciones de carácter social que quieren comprometerse.

DISCERNIR

A la hora de discernir los datos de la experiencia de la ciudad y sobre todo de lo que significa ser discípulo urbano en Bogotá hemos reconocido estos criterios:

1. Diálogo: Biblia y Ciudad. Este diálogo ha sido una intuición bien importante en el proceso de repensar la pastoral en los contextos urbanos. Esta mirada está en la línea de buscar la identidad cristiana en la ciudad, en el sentido de que las Sagradas Escrituras si bien son el “alma de la teología”, también deben serlo de la pastoral. Se ha intentado esclarecer esta relación de manera profunda; en cuanto su comprensión adecuada, en el panorama pastoral de la ciudad, significa un vuelco total de los paradigmas y las metodologías. Se abre así otra vertiente para la hermenéutica bíblica: la realidad urbana, como lugar “desde donde” se lee la Biblia y “en donde” se han de formar las comunidades que la interpreten. Se ha propuesto esta relación Biblia-ciudad, como eje central de la pastoral urbana, como alimento de la profecía cristiana que busca la justicia y la humanidad en la gran ciudad.

2. Profecía Urbana: Presenta estas dos dimensiones: Hunde sus raíces en la tradición profética de la Biblia y busca los lugares urbanos que se referencian en ella. Ambas son imprescindibles en la construcción de una teología de la ciudad. Para su profundización confronta los proyectos de las ciudades de la narración bíblica con el Proyecto del Dios de la Historia. El profetismo urbano buscó siempre la integración de la ciudad dentro de los planes de Yahvéh, para ello denunció las prácticas de muerte que se oponían a la posibilidad de una nueva ciudad, artífice de la vida, lugar de Dios entre los hombres. La misión profética con este talante fundacional la vemos en el compromiso por construir la Ciudadanía del Reino, la formación de ciudadanas y ciudadanos del Reino que ayuden a construir la Ciudad de la Misericordia, más humana y fraterna.

3. Pedagogía Misionera Urbana de Jesús: En continuidad con esta línea, el profetismo urbano de Jesús es ejercido desde las periferias de las pequeñas ciudades y aldeas. Si bien su pedagogía se inspiró notablemente en los modelos rurales, no desconoció el impacto de las políticas urbanas del imperio, lo interpretó y lo incluyó, como énfasis para conocer la realidad circundante, en la formación discipular de sus seguidores, invitándoles a leer los signos de los tiempos. El capítulo 10 de San Lucas es elocuente ejemplo de ello, entre otros textos. El grito de Jesús sobre la ciudad de Jerusalén es el reclamo por la justicia en la ciudad, por la dispersión de la ciudad que es el abandono de sus hijos e hijas. Jesús le pide a la ciudad recoger a los suyos, ser abrigo para ellos, ser el lugar humano del cumplimiento de las promesas mesiánicas. (Lc 13,34-35. 19,41-44). El interés ha sido puesto en aprender la profecía urbana de Jesús para entrar en la ciudad y humanizarla como él lo hizo. La pedagogía misionera urbana de Jesús es nuestro principal modelo de pastoral urbana.

4. Renovada condición simbólica de la Iglesia: El esfuerzo de diálogo pastoral con las investigaciones sobre la complejidad urbana, particularmente con aquellas que buscan una aproximación a su dimensión simbólica e imaginaria, como componente fundamental en el proceso de construcción social de la realidad, ha llevado a analizar el proceso de construcción de la misma comunidad eclesial como realidad social y simbólica dentro de la urbe. Desplegar la condición sacramental de la Iglesia en servicio al Reino de Dios, presente en la ciudad, ha exigido no solamente una reflexión sobre los presupuestos que subyacen a la autoconciencia misma de la Iglesia, sino también una reflexión sobre las lógicas dentro de las cuales se inserta como sacramento de salvación, puesto que la urbe, y sus dinámicas, también es espacio de la presencia del Dios de Jesucristo (cf. Aparecida 514). La Iglesia en Bogotá está pasando de tener un lugar hegemónico a ser una de tantas organizaciones religiosas, que como sociedad civil, debe buscar su espacio y aporte dentro de la reorganización del campo religioso y del servicio social. Ser dentro de este espacio social un “misterio de comunión misionero” exige un discernimiento más atento y dialogante; puesto que las expresiones simbólicas de la misma Iglesia, no pueden ser entendidas únicamente desde su sentido teológico sacramental y litúrgico, sino que deben ser contextualizadas dentro de la compleja red de significaciones que encierra la misma ciudad y de la cual los ciudadanos son autores y resultado simultáneamente. Una auténtica hermenéutica bíblica urbana, como se mencionó antes, se plantea como mediación para la reflexión y la acción evangelizadora.



RESPONDER

Ha sido diferentes las iniciativas de respuesta a los desafíos identificados, que han permitido a su vez nuevos discernimientos. Algunas de esas respuestas han sido:

1. Espiritualidad Urbana: El desarrollo de una auténtica pastoral urbana se fundamenta en la formación y vivencia de una auténtica espiritualidad urbana. Es la respuesta trabajada desde la búsqueda de una honda experiencia de Dios vivida en la ciudad, con el Dios de Jesús de Nazareth. Se ha trabajado principalmente desde la formación laical, a través de diplomados en Espiritualidad Urbana. Se ha buscado con ello definir la praxis cristiana en la ciudad, como contribución específica de la Iglesia a la consecución de un nuevo orden político, social y cultural urbano. Además de estos campos propios de la conformación de la sociedad, ha propuesto la dimensión ética como eje central de estas búsquedas. Es una espiritualidad con talante discipular, de seguimiento de Jesucristo, de vivencias comunitarias alimentadas por el Espíritu del Señor. Los lugares de concreción “práxica” de estos aprendizajes y vivencias son algunas parroquias, colegios y movimientos pastorales.

2. Hacia la Ciudad de la Misericordia: Este es el horizonte pastoral definido por la diócesis de Engativá, una de las diócesis urbanas en las que fue dividida la arquidiócesis de Bogotá. Pero en su acepción global, se funda en el clamor por la Ciudad Samaritana del Sínodo Arquidiocesano de Bogotá, realizado antes de la división. En la dimensión práctica de la pastoral, la diócesis de Engativá se ha comprometido en la construcción de este Proyecto de Ciudad, ciudad más humana y fraterna. Es la manera de responder como Iglesia a la ciudad violenta, insolidaria, indiferente, a la ciudad de grandes contrastes entre ricos y pobres, a la ciudad que teológicamente está llamada a fijarse en los que sufren, antes que en el cumplimiento de moralismos y normatividades. Es la ciudad fermento de amor entrañable surgido de sus pequeñas comunidades eclesiales, dispuestas a incidir en los tejidos sociales y culturales urbanos, transformando en vida y humanidad las prácticas deshumanizantes y de muerte, camino de una nueva sociedad de personas nuevas con corazones de carne.

3. Práctica Pastoral Urbana: También es una propuesta trabajada en varios lugares de la ciudad de Bogotá, que tiene como núcleo fundamental y operativo la relación, pastoral bíblica-pastoral urbana. Desde la convicción de trabajar la pastoral urbana desde la pastoral bíblica, o mejor aún desde la condición bíblica de toda pastoral, se realizan las siguientes acciones prácticas: El proceso de formación de pequeñas comunidades en la diócesis de Engativá con los lineamientos: Discipulado Urbano de la Palabra. Espiritualidad Urbana de la Misericordia. Comunidades Discipulares Urbanas. Comunidades haciendo Misión en la Ciudad. El Itinerario Formativo de los Agentes de Pastoral en esta misma diócesis, con espacios tales como: El Congreso Anual de Pastoral Urbana, con énfasis en el estudio de las Culturas Urbanas. Los Seminarios sobre Discipulado Urbano, con énfasis en los Sinópticos y en Pablo. Los Cursos de Interpretación Bíblica Urbana. Sumado a esto, se ha trabajado por espacio de 15 años la Hermenéutica Bíblica Urbana en Zonas Marginadas, a través de la Experiencia de Casitas Bíblicas, Movimiento de Lectura Comunitaria de la Biblia, que se ha constituido en un modelo de formación de Pequeñas Comunidades, con fuerte incidencia en la recuperación humana y social de habitantes marginales y en la aportación sobre una nueva eclesialidad, fundamentalmente misericordiosa.

4. Diálogo entre academia y praxis pastoral urbana: En el esfuerzo de hacer que la formación sacerdotal esté más en diálogo con las realidades urbanas, el Seminario Mayor de la Arquidiócesis, ha organizado un centro de investigaciones teológico pastorales llamado Cernir, que además de estar llevando a cabo una investigación, junto con los seminaristas de los dos últimos años, sobre la experiencia religiosa urbana, la iniciación cristiana y la pastoral urbana en general, ha organizado una experiencia llamada: “Laboratorios de pastoral urbana”. Estos laboratorios son grupos de reflexión en los que participan laicos, laicas religiosos, religiosas y presbíteros y cuyas reflexiones, elaboradas a lo largo del presente año, fueron presentadas en el contexto de un congreso de pastoral urbana organizado por el mismo seminario, cuyo tema central fue la iniciación cristiana en la Ciudad de Bogotá. La respuesta positiva a esta propuesta nos ha reafirmado en la convicción sobre las expectativas de muchos laicos y laicas, por una mayor inculturación de nuestras acciones y una presencia más urbana y salvífica de la Iglesia. Nos hemos reafirmado en la necesidad de generar espacios de reflexión teológica en los que aprendamos a hacernos preguntas y vayamos generando un pensamiento teológico que anime y sostenga una nueva manera de entendernos como cristianos en la ciudad y de asumir nuestro compromiso evangelizador. Ya tenemos una nueva agenda para el trabajo con estos laboratorios de pastoral urbana en el nuevo año.

En conclusión, podemos decir que frente a los propósitos planteados por el último Sínodo Arquidiocesano, estamos en un momento de sensibilización de todas las instancias de la vida de las Iglesias en Bogotá, en el que junto al lograr una autocrítica hacia las formas de entendernos en nuestro ser y quehacer eclesial actual, y particularmente como teólogos pastoralistas, se ha venido abriendo un camino original de respuesta al desafío que nuestra ciudad nos plantea. La esperanza de alcanzar una ciudad de la misericordia, desde el esfuerzo de ser y de actuar como una Iglesia samaritana, así como de ser capaces de generar un pensamiento teológico propio, desde una auténtica hermenéutica bíblica urbana, sigue siendo el espíritu que nos anima.


CONCLUSIONES:
La memoria sobre el camino recorrido nos permite pensar en el desafío que tienen por delante los teólogos y teólogas en este proceso complejo.

1. En primer lugar la necesidad de entrar en diálogo con las ciencias de la ciudad, en una actitud de escucha y de interlocución, para tener un marco de compresión más amplio sobre la experiencia urbana y poder identificar mejor los signos de la presencia y de los planes del Dios de Jesucristo en la ciudad. La interdisciplinariedad y a veces transdisciplinariedad desde donde las ciencias sociales buscan entender la ciudad, debe ayudarnos en el ejercicio teológico a mantener ese mismo espíritu, evitando compromisos con una sola manera de ver la ciudad, o pretendiendo tener la única visión posible de la ciudad, como suele pasar.

2. En segundo lugar se reconoce la necesidad de ejercitarse y enseñar a ejercitarse en una auténtica hermenéutica bíblica urbana, reconociendo la condición urbana concreta como un lugar desde donde se lee y comprende la presencia del Reino y la experiencia de fe, el dato bíblico, el dato de la tradición y los llamados que el Espíritu hace hoy a cada miembro de la comunidad eclesial. El ejercicio hermenéutico exige en primer lugar el reconocimiento de la propia condición urbana, del teólogo o teóloga, que no siempre es evidente, por cuanto habitamos y usamos la ciudad, pero nos cuesta trabajo tomar distancia de la misma, para reconocerla en nosotros.

3. El desarrollo de una verdadera actitud profética urbana, de acuerdo con la pedagogía de Jesús, y de las primitivas comunidades cristianas urbanas, requiere un acercamiento al dato bíblico desde la perspectiva pedagógica, fundamental en el trabajo pastoral en la ciudad. El aporte en este sentido de los teólogos y teólogas es invaluable, sobre todo para ser coherentes con el evangelio no sólo en sus fines, sino también en sus mediaciones.

4. Pensarnos como Iglesia al servicio del Reino, en un contexto que permanentemente es creado y se crea a sí mismo, requiere de una permanente reflexión teológica, hecha con rigor y con creatividad, por teólogos y teólogas profesionales; que sea capaz de entrar en diálogo con las búsquedas e intuiciones que muchos de nuestros hermanos y hermanas van adquiriendo sobre su identidad y misión cristianas en medio de la ciudad, a partir de su vida y luchas cotidianas. Son muchas las iniciativas y los procesos de liberación que es necesario leer teológicamente y proponer como modelos de intervención evangelizadora en las nuevas realidades. En fin, trabajo para las teólogas y los teólogos es lo que hay.



Alberto Camargo Cortés, Vicario Episcopal de Pastoral en la Diócesis de Engativá. Licenciado en Teología por la Pontificia Universidad Javeriana. Especialista en Teología Espiritual por la Universidad Mariana.

Jaime Alberto Mancera Casas, formador en el Seminario Mayor de Bogotá.
Licenciado en Teología Pastoral de la Universidad Pontificia de México.